EL TRACK
Podría incluir todos los temas que menciono en el texto a continuación pero me quedo con Follow You del último álbum de los Imagine Dragons, central para eventualmente conectar con la parte más íntima de la historia. Es una banda que cuento también en el texto cómo la conocí, recomiendo mucho explorarla desde el principio.
Acá pueden escucharla:
EL TEXTO
Lo revisé unos segundos y la conclusión era evidente: el axolote estaba constipado. Apareció flotando boca abajo medio inflado, probé apretujarlo hasta drenarle un líquido tipo pus por lo que debía ser el ano del anfibio de donde después salieron una seguidilla de burbujas. El tipo de problemas que me busco, no me quejo. Panda había llegado hace unos meses a la pecera que armamos con Nina, donde ya convivían un axolote negro, un caracol manzana, un barrefondo y la mojarra sobreviviente del par que nos regaló el flaco del acuario (la más chiquita de la dupla fue devorada por Fiesta, el axolote negro, una hora después de entrar a la pecera). Nina quiso llevar a Panda después de resistirse durante mucho tiempo a completar la pareja negro-blanco de axolotes porque los albinos le causaban impresión. No pregunté demasiado y aproveché el cambio de opinión. Tenía las branquias rojas y el contorno de ojos azulado y me hacía pensar en Bowie en Life From Mars. Nina siempre tuvo un vínculo súper nerd con la naturaleza, nunca fue de esas nenas con miedo a los bichos raros. Todavía estoy buscando en carpetas viejas el video de cuando tenía tres años agarrando sapos con la mano.
La paternidad si tenés suerte es la conversación más larga que vas a sostener en tu vida con otro humano. Pero es también convivir con el pánico de que a tus hijos les pase algo o les aparezca un bulto raro o un dolor que no se va y requiera una larga procesión de estudios y convivir con una incertidumbre extenuante. El primer viernes de las vacaciones de invierno de 2022 salimos con Nina a dar una vuelta en bici hasta el parque que queda en frente de la facultad de Agronomía, donde alguna vez existió el Albergue Warnes. No éramos habitués pero durante la cuarentena paseamos bastante por ahí y había un árbol al que le gustaba treparse de esos que tienen ramas gordas al ras del piso que los chicos usan para subirse y hamacarse. Ese viernes no hacía frío pero estaba húmedo. Dejamos las bicis estacionadas al lado del árbol y mi teléfono con música sonando en el canasto de la suya. Me senté en la rama gorda con los pies tocando el suelo y Nina fue a hacer sus monerías al otro extremo de la rama. Deben haber sido cuatro segundos en total. Tres hasta que caminó hacia donde estaba sentado yo. Uno para perder el equilibrio y caerse, agarrarse de mi espalda y tirarme encima de ella. Ochenta y pico de kilos sobre una piernita de siete años y el grito de dolor y la fractura del continuo espacio-tiempo junto con la otra. La secuencia de llamados a Guada, la desesperación, el alivio por no ver sangre y que no hayan salido huesos por cualquier lado, alzarla a upa y aceptar la ayuda de extraños para que lleven las bicicletas hasta el punto de encuentro sobre Chorroarín. Después la secuencia es con Nina acostada en el asiento de la parada del bondi, “decime que es un sueño papá” con la adrenalina anestesiándole un dolor que no hay forma de que jamás pueda entender cómo hizo para soportarlo. Lo que vino después fue más o menos de lo que están hechos los recuerdos de la infancia: placa, fractura de tibia y peroné, con desplazamiento así que hubo cirugía y clavos de los que después se sacan, silla de ruedas unas cuantas semanas, frustración, yeso con dibujos, yeso más corto al que le dibujé unas escamas tipo sirena, muletas que nunca se usaron, piel seca cayéndose como queso rallado cuando llegó la etapa de la bota walker.
Todo pasó porque todo pasa.
Menos mi estrés postraumático, para el que no tuve tiempo de buscar un profesional, tiempo que pasó de forma inexorable y cuando llegó el verano Nina ya saltaba y pataleaba en la pileta o correteaba en la playa como si no hubiera pasado nunca nada.
Ese mismo verano del 2023 fuimos a ver Imagine Dragons. Primer recital en campo. Con Nina los descubrimos cuando escuchamos Thunder en el trailer de la película de los Teen Titans. Después mi neurosis de investigar hasta el límite los contenidos que me estimulan hizo el resto. Muchos de los temas se nos fueron haciendo familiares y pasaron a ser la banda de sonido de Nina y Papá. Bad Liar de hecho forma parte de la playlist con la que se durmió desde los 4 hasta los 7 años. Las letras de los Imagine Dragons funcionan bien para adolescentes perdidos y adultos con fiaca para hacer terapia y distinguir si tienen depresión o una combinación de tristeza y agotamiento existencial. Yo particularmente tengo lágrima fácil con las canciones que me conmueven y suelo aprovechar para hacer catársis.
En las vacaciones en Monte Hermoso nos armamos una playlist con algunos desacuerdos de criterios pero terminamos incluyendo nuestros temas favoritos de la banda. El día del recital fuimos charlando sobre qué temas seguro iban a sonar mientras llegábamos a la estación de tren para sumarnos a Ceci y su hijo Manu, los amigos con los que armamos el plan. Salió todo hermoso y logré combinar el disfrute con fotos, videos y mensajes por whatsapp a la madre para que se quedara tranquila. Ella tampoco se recuperó al 100%. Cuando la banda cantó Follow you abracé fuerte a Nina y dejé que bajara una cascadita tibia desde mis ojos hasta su pelo castaño. La noche estaba calurosa pero no había forma de camuflar lo que pasaba con transpiración.
I will follow you way down
Wherever you may go
I’ll follow you way down to your deepest low
I’ll always be around wherever life takes you
- No llores pa
- Lloro de felicidad mi amor
Nos abrazamos más fuerte y después seguimos el flow de la noche, Nina pasó de la euforia saltarina a la emoción mimosa con Bad Liar (“lloré porque me emocioné”), al aburrimiento chill con los lentos y otra vez la euforia con el cierre bien arriba de Radioactive.
Me fui a dormir con esa sensación de satisfacción cósmica que me da cementar una memoria de su futuro que me incluye.
Ah, el axolote, si. Después de seguir las sugerencias de poner al bicho en la heladera a partir de lo que leí en la googleada de “bloated axolotl”, hubo una leve mejora. No flotaba boca abajo pero se había vuelto a hinchar después de largar una deposición gris. Lo volví a apretujar para drenarlo, lo dejé en su recipiente con agua fría toda la noche.
A la mañana siguiente amaneció hinchado, boca abajo y sin vida.
AFTERMATH: Unos días después sumamos a Piña a la pecera, un axolote albino.
LA RECOMENDACION
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Esto fue todo por ahora. Cambio y fuera.
Recuerden que esto no es por guita.