EL TRACK
Papua New Guinea de The Future Sound of London es uno de esos temas que no todos los que aman la música electrónica necesariamente lo ubican pero para los veteranos es un himno que guardamos en el corazón desde el momento que lo escuchamos por primera vez. Me cuesta identificar cuándo fue mi primera vez pero debe haber sido a fines de los 90 o principios del 2000 en algún set de Sasha y/o John Digweed. Es un tema épico que te eleva. No importa qué versión de remix suene en mi sistema nervioso funciona como un silbato de perro: identifico los primeros tonos y con cuerpo y mente entro en modo ascenso al paraíso.
No exagero. Y si no me creen le pueden dar play y probar.
Papua New Guinea - Youtube Music
EL TEXTO
Tramité el exilio de Xuiter en parte retomando Instagram, plataforma que había abandonado hacía unos cuantos años harto de ver tanta curaduría de felicidad ajena condensada sin rastros de miserias que contrastaran un poco y agotado de saturar mi propia edición personal con filtros. En esa época no había videos ni stories ni era parte de Facebook que ahora es META.
Volví a esa plataforma para entre otras cosas asegurarme un suministro de dopamina digital, información de intereses que sin que me lo propusiera marean fuerte al algoritmo y fundamentalmente volví haciéndole caso a Jackie con lo de activar roce social 2.0 pero con un candado que gestiono de forma bastante caprichosa.
Si bien ya estoy bastante acostumbrado a experimentar la sensación de que el sistema me tiene insoportablemente estudiado y de hecho compré unas cuantas cosas por publicidades que me aparecieron en el roller porque estoy targeteadísimo lo que me gusta de todo este armado tecnológico es el delivery de videos que me vienen de 10. Contenidos totalmente alejados de economía y finanzas por suerte, una oferta relajante por afinidad con los temas de los que quiero saber, desde música electrónica a buceo pasando por astronomía y activismo judeo-sionista, todo me viene servido en bandeja. My own private Idaho. Incluso me sorprendí hace unos días disfrutando de un video de Elon Musk de 2023 en un world summit de traje y corbata donde le explica en tono tranquilísimo a algo así como el jefe de gabinete emiratí -túnica azul y ghutra blanca en la cabeza- que vamos a tener que ir a una solución de ingreso básico universal, necesario porque el desempleo derivado de la robotización es inevitable. “Cada vez habrá menos y menos tareas que no pueda hacer mejor un robot”. Igual Musk dice que el peor problema no es ese. La inmensa mayoría de las personas tiene depositado su sentido de la vida en su empleo, en la necesidad que tiene la sociedad de ellos. Con lo cual la parte que conecta empleo con ingresos parecería visto así un problema menor de los desocupados porque eso no se resuelve con guita.
Es realmente incómodo estar de acuerdo con alguien que te cae mal. Y mister Musk me cae pésimo desde que se puso a franelear con la banda del populismo de derecha que fue para la misma época que jugaba a tirarle al fleje antisemita que fue más o menos para la misma época que abrió la jaula para que cualquier nazi diga barbaridades en twitter (luego de comprarla y antes de rebautizarla X) sin demasiadas consecuencias. Cerca de la vez que le dio una mano a putin apagándole el servicio de internet de Starlink por un rato a la armada ucraniana justo cuando estaba por hundir con drones submarinos un buque de guerra con el que los rusos genocidas dominaban el Mar Negro. Que nadie se ofenda, me chupa un huevo si Musk es dueño de Starlink y le daba gratis internet a Ukrania entonces se la podía sacar cuando quisiera y me chupa el otro que hipoteticen con que así previno una guerra nuclear. Al final la banda de putin se quedó de todas formas sin flota en el Mar Negro, sin mercenarios y casi sin capacidad de atacar por aire en serio, más de 2 años después del día en el inauguró lo que se suponía que eran 2 días hasta conquistar Kyiv y por ahora a las ojivas no les pasaron ni un plumero. Eso sí, a un costo altísimo que pudo haber sido menor porque Musk jugó con putin y eso no se olvida.
De todas formas después se reivindicó un poco cuando fue a Israel a visitar los lugares por donde pasó la marabunta de asesinos jihadistas y dijo cosas sensatas. Pero no hay caso, ya lo tengo cruzado. Debe estar preocupadísimo por mi opinión pero no es lo relevante, lo que me parece prudente es aclarar que no siempre pensé así sobre él. En 2015 me caía mil puntos y cuando Tim Urban, uno de los bloggeros más importantes de nuestra era postea en Wait But Why la primera entrega de una serie de textos que comienzan a partir de un llamado donde el mismísimo Musk lo invita a conversar, directamente acepté que me tocó ser contemporáneo del Hombre Vitruviano. Desde ya, casi diez años y dos mil payasadas más tarde es medio difícil sostenerle la categoría a Elon Musk. Pero en esa serie Urban reconstruye primero la conversación y luego interpreta y analiza la mirada estratégica y la filosofía de Musk en ese momento particular de la historia. Cortito porque no es lo central, Musk no se enroscaba con discusiones sobre el cambio climático entre los que comen carne cruda y los que abrazan árboles. Partía del dato indiscutible de que la era del petróleo tiene un horizonte finito, que los vehículos tenían que dar el salto tecnológico y que el primer Tesla que se vendía carísimo a ricos y famosos iba a generar el fondo de inversión para la tanda de Tesla de gama intermedia que con un par de giros del negocio iban a terminar más tarde facilitando la escala del tercer modelo a un precio accesible para la gran clase media planetaria. Eso sí, los combustibles fósiles igual los vamos a necesitar para arrancar la carrera aeroespacial con destino primero a la Luna y después a Marte para hacer base ahí. ¿Por qué? Porque es una locura concentrar a toda la humanidad en un único tupper planetario expuesto a un sorteo cósmico lleno de bolillas de todos los tonos de negros, situación que los mortales comunes preferimos obviar (o ni consideramos) para poder mantener girando nuestras vidas chiquitas sin enloquecer completamente a pesar de la psicopateada constante de ecologistas y wokes. Así que ese era el sueño con el que crea SpaceX en ese momento, que tenía como plan tecno-económico lograr que muchas de las partes necesarias para poner en órbita un cohete o un vehículo tripulado se puedan reutilizar. Y el hijo de puta lo logró. ¿Y después de Marte, qué? Conquistar el espacio y convertirnos en una especie interplanetaria, repartirnos en la mayor cantidad de lugares como para que si fuckupea algún planeta o un sistema solar o una galaxia la humanidad no desaparezca. Al final era un humanista Elon. Y ya que estamos, agregó, expandir los límites del universo conocido navegando a ver si en una de esas descubrimos alguna pista sobre el sentido de la vida. Que era justamente el punto sobre el cual Musk hacía referencia en la charla con este funcionario emiratí, pero llevado a la escala más inmediata del lote de años que a cada uno le toca vivir de punta a punta sin que el trabajo defina quién sos o cuánto vales si nadie te necesita. ¿Para qué vivo?
Lo que me lleva a otros videos que veo en Instagram.
Videos de lifehacks de cocina, de manualidades con todo tipo de materiales, de jardinería y de arreglos de la casa. Cuando me aparecen estos videos descubro que algunas propuestas las puedo imitar con éxito pero hay muchas más cosas que por más que parezcan fáciles de hacer es mejor que las haga otro y se especialice y le paguemos por eso. Seguramente esos videos son un formato super novedoso de publicidad y la máquina que nos analiza está tuneada para suponer que somos específicamente nosotros quienes tenemos que verlos porque nos escuchó hablar o tipear en Whatsapp algo sobre el tema. La pesadilla de los paranoicos y la fantasía con la que se ratonearon toda la vida los microeconomistas. Por supuesto que puede pasar que no sean publicidades para vender bienes o servicios, quizás sean para hacer cursos para aprender a producir esos bienes u ofrecer esos servicios. Sigue siendo una transacción y está fantástico y es esperable que gracias a eso aparezca gente que descubre que tenía talento para algo, que además le dio cosquillitas empezar un capítulo nuevo en su vida y hasta encara un cambio radical de forma de ganarse la vida. Por mi parte me conformo con que me aparezca un video de un fulano ofreciendo arreglar una correa de persiana porque Instagram me escuchó preguntarle al encargado del edificio si tiene alguien para recomendarme porque se rompió la de la habitación de mi hija.
Ese tipo de problemas con soluciones que no son ni serán automatizables, que necesitan talento, jogo bonito, amor, verso, pasión o toque personal. Esas transacciones comerciales que no pueden ni podrán impersonalizarse ni comandárselas a un robot porque necesitan una sonrisa, un cruce de miradas que transmita confianza, un arrebato de manos a la obra o una negociación sincera del presupuesto acá, en Marte o en Alfa Centauri.
Definitivamente la proliferación de esas actividades o laburos no va a alcanzar para encontrar el sentido de la vida menos aún con la configuración de lo que viene, pero tengo sospechas fuertes de que es en esas coordenadas de dar una mano o un trato amable para mejorar la vida del otro donde vamos a encanutar nuestra reserva de humanidad.
LA RECOMENDACION
Hace poco me crucé con un viejo conocido de la industria local de videojuegos, Daniel Benmergui, uno de los pioneros y principales referentes del circuito indie de los game developers argentinos. Hacía tiempo que no charlábamos así que me había perdido el dato del lanzamiento de su último proyecto, Storyteller. De gráficos super cuties, sonidos sencillos y delicados y con una mecánica de juego sencilla, el desafío es organizar viñetas secuenciadas acomodando personajes icónicos de relatos universales asignándoles acciones o interacciones con objetos a lo largo de los recuadros que tiene cada nivel para contar una historia. Así explicado parece una pavada pero la gracia es que las interacciones y los personajes tienen sus particularidades y hay una lógica subordinada a qué sucede antes o después según el orden que proponemos y la combinación que armemos en cada viñeta. Todo para lograr ganar cada nivel cumpliendo con la consigna que es lograr que suceda lo que sugiere el texto de la historia a contar (esto genera otra capa de dificultad porque a veces el desafío está en interpretar significados particulares de la frase que inaugura cada nivel para cumplir con la consigna). Es super estimulante aunque algún que otro nivel puede frustrarte porque ya no sabés cómo más combinar los elementos, pero siempre hay al menos una solución posible.
Es un juego que disfrutamos muchísimo con Nina, es más, nos volvimos adictos y ganábamos un nivel y queríamos seguir resolviendo puzzles por horas y lo terminamos completo. Así que lo recomiendo fuerte para jugar con hijos y disfrutar un lindo momento.
El trailer para entender mejor de qué trata lo pueden ver acá.
La buena noticias es que está disponible gratis para usuarios de Netflix, simplemente acceden a la app en el celu o tablet y en la sección Juegos lo van a encontrar.
Y también pueden conseguirlo en Steam por acá (a veces hay descuento pero igual el precio es super accesible).
And I’m shedding plates like a snake and it may be crazy
But I’m the closest thing I have to a voice of reason
Recuerden que esto no es por guita.