EL TRACK
Descubrí Bonobo gracias a Floris, un holandés al que conocí mochileando en Puerto Madryn y que después cuando pude mochilear por Europa me alojó en el sillón de su living en Bruselas. Era la época en la que no había pendrives, así que me debe haber dejado un CD lleno de mp3. Bonobo estaba ahí y cuando lo escuché fue directo al panteón del trip hop y el downtempo. Si bien es ideal para relajarse, había un tema del álbum Animal Magic que se llama Dinosaurs que me ponía en un mood super combativo por el arranque con un sample de un discurso. Buscando de dónde sale ese discurso descubro que el tema es una reversión de la intro de un tema de Kingston Trio que se llama MTA (la historia es larguísima y está contada acá) y empieza con esa misma frase que te pone la piel de gallina (Bonobo lleva el track para otro lado en su versión). Esa frase descubro que forma parte de un manifesto escrito por el filósofo Thomas Paine alrededor de 1780 y se llama The American Crisis.
Prefiero no spoilear, dale play y relajate. O salí a romper todo.
EL TEXTO
Un par de días después del 7 de Octubre hablando por teléfono con mi tía sin saber ninguno de los dos cómo iba a seguir todo le comenté que le había ofrecido a mis primos que si sentían la necesidad de venirse a Argentina nos acomodábamos como fuera y que si ella y mi tío querían venir también que lo consideren como una opción. Me respondió de forma premonitoria que como judía no iba a sentirse más segura en otro lugar que en Israel.
7 meses más tarde estoy realmente agotado. Harto. Necesito que por unos altoparlantes imaginarios suenen gritos de The War is Over al mango y que en las tapas de los diarios aparezca un diseño de página completa con esa misma leyenda para después hacer un cuadrito. Y que Israel la haya ganado porque la alternativa me resulta mentalmente inabarcable por más que tenga una probabilidad superior a cero. No puedo empezar a imaginarme algo así. Necesito además que los antisemitas que salieron desaforados a la cancha, desde los que le ponen garra al cherry picking para chapear de antisionistas hasta la marabunta de burros que no tiene idea dónde queda Jerusalem pasando por les LGBTQs islamófiles con pulsiones suicidas y las pendejas conchasucias de izquierda que repiten apartheid- colonialismo-genocidio, que todo ese tren de la alegría ignorante y resentida tenga por cabecera los cuarteles de invierno.
Estoy cansado de tener que postear en redes sociales el reclamo por los rehenes, como dijo uno de los oradores del acto que se hizo en Parque Centenario cuando se cumplieron 6 meses. Más de medio año desde que como no les resultó suficiente asesinar de las formas más salvajes y violar y quemar cuerpos, secuestraron a más de 200 personas de todas las edades y de varios países (vivos y muertos) y todavía más de la mitad siguen presos de hamas (los que están vivos, porque ni siquiera sabemos si no están casi todos muertos y hamas regatea aire con eso).
Estoy cansado de pasar días y días en los que me viene el tema a la cabeza y no puedo evitar imaginarme cómo podrían salir adelante los que sobrevivan a una pesadilla de esa escala, sobre todo las mujeres.
Levanto la vista y siguen dando vuelta las moscas de la fruta. Me paro y en el mismo movimiento que corro la silla me saco la remera para revolear un latigazo sobre la pared. Vengo matando media docena mínimo por día hace por lo menos dos semanas y no hay caso. Vuelven. Las más turras se agrupan de a 3 ó 4 en el mismo rincón del techo. Por supuesto lo de las moscas funciona perfecto como una metáfora del loop infinito de expresiones antisemitas, de keffiot y carteles, de advertencias sobre el peligro del islamismo, de videos de campus tomados en el primer mundo y de aclaraciones sobre qué es realmente el sionismo.
Sulfatado, esa es la palabra. Desbordo ácido que se fue acumulando además con casos de gente conocida que sufrió ataques antisemitas y encima no los puede denunciar públicamente ni mucho menos intentar romperle la cabeza a quien lo hizo porque somos minoría y además civilizados (ya no sabría en qué orden aplican esas restricciones). Mi amigo Marcelo se tuvo que bancar que un sorete al que le había alquilado un local le mande una seguidilla de audios tratándolo de rusito, verdugueándolo, que cómo son ustedes, cómo se ponen con la guita, que no nos alcanza con haber invadido. Todo por querer anticipar la conversación de la actualización del precio en la renovación del contrato. Otro conocido con quien activamos en el Foro Argentino Contra el Antisemitismo recibió un mensaje privado en una de sus cuentas en redes sociales que parecía redactado por una IA entrenada por las juventudes hitlerianas. El usuario no sólo no era anónimo, tenía nombre y apellido que con una googleada rápida saltó que laburaba en el poder judicial, razón por la cual el abogado de este conocido le sugirió que desista de continuar con el proceso de la denuncia para no meterse en la boca del lobo.
Y estos son los casos que no pude evitar enterarme, porque la realidad es que hay cientos pero estoy tratando de no enroscarme, de hecho salí de Xuiter para no pasarme el día entero amenazando de muerte a los integrantes de la turma de antisemitas cagones que vienen a patotear online por si en un arranque de locura se me termina dando por rastrear a un par e ir a buscarlos porque hay días que no veo otro camino.
Inhalar. Exhalar. No queda otra que poner la energía en otros formatos, como lo que venimos haciendo en la temporada 4 de #GoyFriendly con Apu, porque para el tema de la violencia la escala es inviable si calculo que solamente en Capital debe haber 60 mil judíos de ambos sexos y de todas las edades versus un piso de 120 mil antisemitas varones en edad de merecer. No dan los números para la dinámica de la violencia física, ni siquiera la autodefensiva. Quiero ser claro con esto, porque por ahí me dicen que exagero con los números, que los malos no son tantos. Charlando con Rafi, un ex soldado israelí radicado en Florida que encontré a través del podcast de Harris Sultan, un pakistaní ex musulmán devenido ateo sionista que lo invitó a intercambiar ideas, decía, en nuestra propia conversación con Rafi para armar un episodio de Goy Friendly salió el tema de los universitarios nazis en USA. Quise ser metódico con la categorización: si militan “Justicia Social”, se organizan con un esquema fascista y son antisemitas, a mí me da nazismo, lo lamento. Y solamente en CABA ese triple check no baja de 120 mil almas.
Ahora bien, los que de chicos jugamos al Wolfenstein y décadas más tarde vimos Inglorious Basterds sabemos que lo único que podemos balear sin culpa es un nazi, pero no perdemos de vista que somos 16 millones worldwide contra no menos de mil millones en frente. Visto así ya estamos más cerca de un apocalipsis islamowokezombie.
Sobre estas cosas y algunas más hacíamos catársis algunas noches atrás en el uber con Jackie rumbo al festival Audioholics para ver y escuchar a Mariano Mellino. Ella me decía que a veces siente una vibra de mierda dentro de su circuito de Instagram porque cuando comparte posteos a favor de Israel de repente le cae el ratio de corazoncitos. Eso sumado a la ausencia de gestos de solidaridad de gente más cercana la tiene mal. Los dos además veníamos averiados de salud, ella con un quilombo en un ojo y yo todavía cambiando la piel después del episodio del sarpullido. Antes de llegar traté de redondear la charla y sacarnos el nubarrón de la cabeza.
- Un par de cosas. Primero hay que entender que si nosotros ya estamos con los huevos llenos de toda esta situación, la gente que no tiene conexión directa y que quiere entrar a una red a distenderse un rato llega un momento que debe sentir que la floodeás con cosas que todo bien pero ya suficiente. Segundo, todo este estrés que incluso no sabemos si no es lo que nos hace somatizar, también nos mete en un túnel de paranoia que hay que aprender a manejar para no terminar pensando que todos son antisemitas. Algunos no saben qué pasa o saben pero no van a estar involucrados al nivel que nos pondría contentos. Los que sí son menos que los que querríamos y es real que muy pocos nos van a guardar en su casa si la cosa se pudre en serio. Pero en cualquier caso, no vamos a dejar de compartir lo que haga falta para que el tema no pierda vigencia.
La fiesta fue un 10 y por un rato salimos del planeta Tierra.
Retomo. Sorry not sorry sobre ese último punto, lo menos que podemos hacer como miembros de una minoría de 16 palos total planeta es gritar fuerte en redes sociales, romper las pelotas, con humor, con bronca, comentar donde podamos que la humanidad está entrando en la alcantarilla otra vez.
Que nadie se ofenda pero para mí compartir un post a favor de la existencia de Israel y el derecho de defenderse o en contra de los reventados que lo quieren destruir no va a meter a nadie en ningún quilombo, es más, va a ayudar a filtrar mejor al círculo de cercanos como le pasó a un montón de amigos y conocidos no judíos a los que me tocó contener mientras hacían el duelo. Quizás hasta sirva de excusa para descolgarse de algún vínculo al que ya se le estaba buscando darle un cierre.
Es más, a lo mejor parezca exagerado, pero compartir estos mensajes puede dar vuelta el partido. Voy por la última analogía. El primer viernes de Mayo se estrenó la peli nueva de Seinfeld, Unfrosted. La vimos con Nina, que me hizo la gamba y se animó por primera vez a ver en idioma original con subtítulos en castellano y me dijo que le re gustó. Una genia. Después ella se durmió y yo me quedé viendo un especial nuevo de Netflix, que empezó el experimento de hacer transmisiones en vivo con un late night show, Everybody is in LA, conducido por un comediante bastante bueno que se llama John Mulaney, que es lo primero relevante que hace después de pasar un buen tiempo en rehab. Me quedé viendo ese primer episodio porque justo estaba de invitado Jerry Seinfeld y al lado le sentaron otro invitado, un capo de una ONG de vida salvaje que entre otras cosas se dedica a prevenir el maltrato a los coyotes. En Los Angeles son o andan cerca de ser plaga. Toda la conversación era un delirio porque el tipo decía que para evitar problemas a los coyotes hay que asustarlos por ejemplo con una corneta o una lata de aluminio llena de bulones y Seinfeld obviamente transformaba en pie todo lo que el otro decía (“¿quién no sale de casa con una corneta encima?”). Donde no hizo chiste fue cuando tiró el consejo de asustarlos haciéndose grandes. “Larger than life” fue la expresión que usó haciendo un gesto con los brazos estirados para arriba y el pecho expandido.
Bueno, nada, todo esto para explicarte, lector, que necesitamos una mano para que los nazis no crean que son más que nosotros, un nosotros inclusivo para todos los occidentales y también sumando a toda la banda de amigos de la libertad del Medio Oriente que se refugió en Occidente y están empezando a agitar con advertencias porque ya saben que si triunfa el gran califato terminamos todos hechos shwarma en el mismo espeto giratorio.
Entonces, imagináte si por cada posteo nuestro, 2 ó 3 amigos o cercanos se la juegan y comparten y de repente la marabunta islamonazi se empieza a quedar en el molde porque a lo mejor de a poquito se dan cuenta que no son tantos, que somos larger than life y el tema era que el silencio no hacía bulto.
Qué se yo. Los judíos de una u otra manera aprendimos a nacer de nuevo durante siglos. Incluso desde el cero absoluto.
Ahora… ser contemporáneo de una nueva Shoá cuando tuviste la posibilidad de ayudar a instalar la sensación de que los nazis no sólo no son tantos si no que son minoría y van a correr pero preferiste el silencio para ahorrarte problemas… esa, goy querido, esa te la regalo.
LA RECOMENDACION
Qué maravilla de película Unfrosted. Es raro que exista gente que no conozca a Jerry Seinfeld porque si no viste ningún episodio igual es un referente cultural de fines de los 90s que se mantiene vivo por un montón de frases geniales que se integraron al lote de chistes conversacionales de las últimas 3 décadas. Seguramente los Gen Z no saben quién es y lo están descubriendo ahora que salió a criticar a la juventud de izquierda radicalizada y su ausencia total de sentido del humor. Pero para los que crecimos consumiendo comedia estadounidense, aún para quienes como yo tenían pendiente ver Seinfeld entero, el tipo es un Maestro. No sólo del stand-up, que es el formato que domina como nadie. Si no también ahora como director, productor y actor.
Unfrosted se estrenó en Netflix a principios de Mayo de este año y además de ser una película genial con un casting del carajo le fue muy pero muy bien. Funciona ATP porque cuenta una historia en tono rídiculo de cómo se inventaron las Pop-Tarts, una especie de golosina para el desayuno creada por Kellog’s. Los chicos van a reirse en más de una situación que involucra al Tigre Tony cagado de calor adentro del traje o al tucán de los Froot Loops participando de un piquete sindical. Pero también tiene chistes picantes y políticos codificados con mucha elegancia para que los papis sobreintelectualizados nos podamos reir y sentirnos interpelados. Creo que además, pese a ser una parodia perfecta de los 60s (con un cameo que no quiero spoilear pero imaginen qué agencia de publicidad va a pitchar…), Unfrosted me gustó mucho porque me dio esperanzas de que los humanos podamos reirnos viendo una película que retrate el nivel de locura de los 2020s dentro de 60 años.
Quando você foi embora eu balancei.
Recuerden que esto no es por guita.