EL TRACK
Massive Attack además de desdoblar el universo musical de los Gen X más sofisticados en 700 dimensiones a muchos nos educó emocionalmente. Quizás hoy con la precaución de los 40 desconfío retroactivamente de su líder 3D del Naja (no tanto de Tricky que a lo mejor le sentía el tufo progre a su socio y se abrió como solista antes de que la banda la terminara de pegar con Mezzanine). Igual no voy a ser desagradecido con quienes me dieron acceso al trip hop, el género con el que aprendí a volar con la música pero también a hundirme en rincones oscuritos. Bristol, los 90, nada podía salir mal. De hecho no les conozco un tema malo y me cuesta quedarme con uno fundamental. Así que voy a recurrir al DJ y productor legendario Pete Tong que en el álbum Ibiza Classics reinterpretó himnos de la electrónica con la Heritage Orchestra. De ahí sale esta versión de lujo de Unfinished Sympathy que hasta reversiona hasta el sample del gritito heeeey heeeeey heeeeey y prescinde de la voz hermosa de Shara Nelson (pueden ver una deconstrucción de la versión original acá que te vuela la cabeza).
Unfinished Sympathy (feat. Samm Henshaw) - Spotify
Unfinished Sympathy (feat. Samm Henshaw) - Youtube Music
EL TEXTO
- Esa lámina es un esquema de la Kabalá ¿no?
- Si ¿sos estudioso?
Hice un gesto para hacerle entender que era una exageración pensar algo así de mí sin perder la amabilidad.
- No, recién a los 50 se puede arrancar aparentemente…
- Yo quise empezar, acá en un templo reformista que está a unas cuadras hacían un curso introductorio…
Empecé a girar la cabeza mirándolo como diciéndole que no iba a funcionar.
- …entonces justo charlando con un paciente que es judío ortodoxo, con los rulitos y todo, le comenté y me dijo que no vaya.
- Y… tiene razón… hay que leer un montón de libros antes de arrancar…
- Si, me dijo “primero tenés que leer todos estos textos” y me los empezó a enumerar… “y además, te digo otra cosa… el rabino de esa comunidad, es gay”.
Se rió y yo también le festejé genuinamente el chiste con ganas. Le di otro apretón de manos al dermatólogo y salí deseando buenas tardes a la sala de espera y después buen fin de semana a la asistente en la planta baja y orienté la caminata hasta Cabildo con la idea de pasar por una farmacia a llevarme lo que me había recetado para el sarpullido sin diagnóstico que pudo haber sido estrés o covidengue. Da igual.
En ese momento donde me sentía incómodo dentro del sachet de huesos y tejidos en el que vivo hubo algo sano en poder compartir ese chiste en el espacio seguro que improvisamos en el consultorio, un lugar extirpado de la realidad que ninguno de los dos había definido previamente dando pistas con gestos de machos cómplices usando señas crípticas que guiñarían un “ahora sí, largá ese remate que te lo festejo”.
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Hay algo en la forma en la que en inglés se expresa el enamoramiento con to fall in love. En francés te toman como válido tomber en amour a pesar de que lo señalan como un anglicismo y después dan por válido lo de to be in love. Estar en el amor suena peor que caerse en el amor. Esta forma tan desordenada de expresar un sentimiento como si fuera un lugar o una coordenada espacial me ayuda igual a superar eso que me limita del item impreciso que ofrece el castellano, enamorado. Cuando pienso a qué me suena esa palabra es como si estuvieras enredado en un objeto elástico del que no queda claro si terminaste en esa situación porque querés, si tenés ganas o posibilidades de salir voluntariamente o qué.
Lo de caerse en el amor me sirve más, pero por la negativa. Hace tiempo que dejé de buscar el amor romántico, el de la paridad y la intensidad emocional. Me atraen otros formatos menos exigentes de repeticiones, rituales y agendas y planes. Pero no necesariamente sin compromisos. Como en el buceo dando vuelta cada tanto buscando al buddy para hacerle una seña y ver si todo ok para seguir disfrutando juntos hasta que se termine pero atentos a cómo venimos.
Nada fácil de digerir para una mayoría importante, pero jusqu’ici tout va presque bien.
Decía, no me quiero caer en el amor. No quiero estar “en” el amor como si fuera un monoambiente agradable, decorado con buen gusto y presupuesto pero chico. Ni aunque fuera una mansión con personal de limpieza pago me quedaría “en” el amor porque inevitablemente voy a querer salir a recorrer a ver qué hay del otro lado de esa loma o ir a la playita de más allá y meterme al agua y conocer gente sin limitar tanto lo que pasa ahí por lo que pasa acá o allá. El amor como punto fijo ya no me sirve como en otros momentos. Y decía que me sirve lo de caerse en el amor por oposición porque cuando pensaba en el sentido de esa caída (hacia abajo) me entusiasmaba la posibilidad en el sentido opuesto, la de ascender en el amor o a lomos del amor o como mejor quede representado el concepto.
Conocer a alguien que te lleve a otro lugar, más alto.
Desde ya una cosa es divagar y otra es sentir algo así. No puedo precisar si fue algo así lo que me pasó hace unas semanas en medio de la fiesta de Carl Cox, con media love adentro pero abrazado a N, a quien había conocido hacía unas horas por una combinatoria de casualidades la atracción se ocupó de que relajáramos sin ningún tipo de resistencia. Ella estaba completamente sobria y me masajeó sin necesitar manual de instrucciones, recorriendo brazos, espalda y cabeza como si estuviera moldeándome a gusto en ese rato, creándome de cero. En alguno de todos los momentos que estuvo delante mío de espaldas la apretujé y fue tomando forma un tirón de energía en el centro de los dos que iba creciendo y me dio ganas o me obligó a decirle “boluda me quiero fusionar con vos” y nos reímos y nos besamos despacio con la música y las luces haciendo un quilombo inmanejable alrededor. Por un rato me quise quedar con la tranquilidad de que esa sensación había pasado solamente en el centro de mi pecho, que había sido estrictamente mía de mi química privada. Pero estaba convencido de que la había podido sentir en su cuerpo al mismo tiempo algo que ella me confirmó con lo cual habíamos desbloqueado algo nuevo.
La noche siguió con más besos que jugábamos a coordinar con los momentos donde el ritmo del set anticipaba que venía una pausa para no rompernos los dientes, que igual los terminábamos chocando porque la gravedad no avisa cuando opera, te mueve y punto, acomódense para colisionar. Nada que no sumara más risas.
La noche terminó con la propuesta de ver si en otro momento hacemos algo con lo que nos pasó.
LA RECOMENDACION
Hablando de cuerpos, se estrenó la temporada 1 de The Three Body Problem en Netflix. Lo que venía esperando esta serie, por favor. Basada en la trilogía sci-fi de Cixin Liu, una especie de Asimov chino que cuando lo leí me dejó tarado, Netflix apostó fuerte y se quedó con el equipo de Game of Thrones para ver si en Occidente el producto camina mejor que el desastre que hizo Tencent, el holding multimedia del partido comunista chino (ya con ver el primer episodio te das cuenta por qué los chinos iban a fracasar reconstruyendo esta historia y a la tanqueta del streaming le puede salir de diez si no pecan de wokes). Benioff y Weiss se mantuvieron relativamente fieles a la trama troncal, le metieron un deck de personajes medio drama de grupo de amigos treintañeros exitosos para apoyarse en algo que no sea sexo (hay poco o nada) ni violencia gore (hay mucho menos que en GOT pero la que hay queda justita para el flash visual). No quiero spoilear mucho de qué se trata, porque parte del placer que me generaron tanto las novelas como la serie (aunque la serie ya sabía de qué se trataba) fue descubrir de qué se trataba.
A veces hay que dejar margen para las sorpresas.
Nada, eso, son pocos episodios y se ven de un tirón. Muy buena banda de sonido, ojo.
Igual si quieren ver el trailer, click acá.
Kissing and running, kissing and running away.
Recuerden que esto no es por guita.