EL TRACK
Me gusta mucho buscar covers de temas que me gustan mucho. Alguna vez dije que ser padre de una hija es no poder volver a escuchar She’s a rainbow de los Rolling Stones sin largarte a llorar. No es que me haya interesado escuchar una versión que no me hicera llorar lo que motivó mi búsqueda, simplemente se dio y encontré un tema que se llama She’s a Rainbow de Lola Marsh pero no es un cover. Eso sí, es hermoso. Hace unos días el Release Radar de Spotify me avisó que sacaron un tema nuevo (sacaron, si, es un dúo, no es una mujer que se llama así aunque en las fotos hay una mujer hermosa igualita a Penelope Cruz). Lo más curioso es que descubrí que eran israelíes porque el tema estaba publicado en hebreo indexado así
עד שתחזור, עד שתשובי
Se pronuncia “Ad she tajzor, ad she tashubi”, que traducido es “Hasta que regreses, hasta que vuelvas”. Escucharla sin saber nada de hebreo te da acceso a un nivel de melancolía y tristeza que no sabías que podías experimentar. Sabiendo algo de hebreo podría ser una canción de desamor. En este contexto donde todavía al momento de escribir esto hay más de 100 rehenes secuestrados hace casi 3 meses sobre los que no se dio ninguna prueba de vida, es una canción que debería ser un himno.
Por lo pronto va a ser la cortina musical de la próxima temporada de #GoyFriendly.
Ad she tajzor, ad she tashubi - Spotify
Ad she tajzor, ad she tashubi - Youtube music (video)
EL TEXTO
Fue el año de identificar que algo no estaba bien si me estaba costando salir de la cama y sentía que los días se repetían aunque el tiempo pasara y visualizaba que la vida se iba a ir, que se estaba yendo.
El año de aceptar que el colesterol ya no iba a bajar espontáneamente y aceptarle la receta de Rosuvastatina al clínico y de pagar la cuota de pileta libre para comprometerme a ir 2 veces por semana y nadar 40 largos.
Fue el año de inaugurar microdosis y retomar la escritura. De las rolas y el progressive house y de volver a casa antes de que salga el sol. De los abrazos con todo el cuerpo, con toda el alma.
El año de llenarme de música y música y más música. De escribir sobre mi viejo, mi papá, mi padre. De escribir sobre mi zeide. De llevar al taller de Esteban lo que iba surgiendo y exponerme en ese Checkpoint Charlie donde traficamos textos sensibles y honestos.
Fue el año de poner historias afectivas en stand-by y retomarlas. El año de solaparlas y darles un cierre. Fue el año de aprender a querer más y mejor con la frecuencia particular de cada momento puntual y de aceptar que a veces hay que dejar de insistir.
El año de llevar a Nina a Imagine Dragons y al LollaPalooza a compartir juntos a Sofi Tukker. De ver a Cattaneo en Buenos Aires, Córdoba y Mendoza y charlar con él cada tanto con total naturalidad.
Fue el año de volver a Israel y estar en el casamiento de Yoni, de conocer a Itamar y a Alma y ver cómo la familia se expande; de pasear por Rishon, Tel Aviv o Jerusalem y moverme y sentirme como en casa. De reforzar el sueño de retirarme ahí y de volver a las tres semanas para despertarme el sábado 7 de Octubre en una pesadilla que no termina.
El año del antisemitismo más rabioso del que tenga registro.
Fue el año del fin del populismo de izquierda en el gobierno en Argentina pero también del fin del republicanismo en la oposición y el fin de mis ganas de estar tan activo y comprometido en política.
El año de la vuelta a Instagram y el exilio de Xuiter. El del desembarco en Bluesky para dejar de manijearme con tanta violencia en redes y de “Esto no es por guita” en Substack para recuperar otro ritmo de producción y ofrecer otro ritmo de consumo de lo que tengo para decir.
Fue el año de ver crecer a Nina a una velocidad ridícula y desesperarme porque no puedo hacer nada más que alternar entre el acompañamiento y la contemplación y obligarme a disfrutarlo cuando pierdo el eje. De verla empezar a estudiar Torá.
El año de ver juntos todo Star Wars (las películas, las series y las series animadas) y de leerle Yo, Robot de Asimov para ir a dormir. El año de leer sobre el cosmos y hablarle de viajes espaciales.
Fue el año de jugar videojuegos clásicos y ver Indiana Jones juntos. De hablarle por primera vez en detalle de los nazis viendo Jo Jo Rabbit.
Fue el año de transformar mi laburo en un servicio y de descubrir que tengo vocación de servicio. De explotar ese talento y desordenarme financieramente discontinuando planillas y usando el olfato hasta que vuelva la normalidad mientras todos alrededor se agarran la cabeza y me preguntan qué va a pasar, qué tienen que hacer.
El año que termina sin postergar para más adelante la explosión de la economía.
Fue el año de consolidar con Guada el esquema de ser familia sin ser pareja y acompañarnos como siempre o un poco más si subían los miedos a medida que el mundo al que trajimos a nuestra hija se pone más y más bravo.
El año de hacernos más hermanos con Jackie en la jodita y en la espiritualidad. De juntarnos con Lou, Ceci, Seba, Yae, Pame y Gaby a jugar juegos de mesa o cocinar con los pibitos alrededor y de fondo la realidad.
De llevar con Apu a #GoyFriendly a otro nivel.
De conocer gente nueva y confirmar que la magia social sigue intacta.
Fue un año luminoso que debería haber sido solamente eso, luz, pero alrededor no se ve nada y no queda otra que brillar con lo que hay a mano y dar una mano.
Fue un año en el que pese a todo fui feliz y se me pasó tan rápido que ahora sospecho que cuanto mejor la paso se acelera todavía más.
Que el próximo sea así, menos duro si se puede, pero más lento.
Please.
Feliz año nuevo.
LA RECOMENDACION
Siguiendo la línea de la última entrega, el humor (junto con la música) es una de las únicas herramientas efectivas para poder digerir este momento. Llega un punto donde la solemnidad agota, la indignación es estéril y la tristeza no sólo no te permite accionar si no que le da una victoria insoportable al sindicato de hijos de puta que como no puede ser feliz se ocupa de jodernos la vida.
De Hitler se dijo de todo. Se lo usa como encarnación del mal absoluto y como metro patrón para desmarcarse de ser nazi Ley de Godwin mediante. Como no se la puede abolir… ¿Lo mejor que podemos hacer qué es? Reirnos.
Hace muchos años descubrí Hipster Hitler y me pareció genial. No sólo por la hipótesis (qué hubiera pasado si a Hitler no lo rechazaban en la escuela de bellas artes en Viena) si no también por el humor absurdo de las almas que posan de bellas y moralmente superiores pero son monstruosas. Sería del todo gracioso si el resentimiento que proyectan no nos pusiera en peligro en ciertos contextos de la historia de la humanidad.
Por supuesto, no van a faltar los solemnes que digan que con eso no se jode. Circulen.
Pueden entrar al sitio en este link y clickear en los botones para leer los comics.
You won’t do well to silence me with your words or wagging tongue.
Recuerden que esto no es por guita.
Ah. Me tomo una pausa por tiempo indefinido para descansar y darle foco a otros proyectos. Pero siempre habra más.