EL TRACK
Siguiendo la idea propuesta en la entrega #0 el texto principal de esta oportunidad recomiendo (de forma optativa) leerlo con este tema de Natacha Atlas.
Sobre Natacha Atlas puedo decirles que la descubrí en mi época “Outernationalist” de la que hablo un poco en el texto a continuación, escuchando Transglobal Underground (si tuviera que arriesgar diría que algo similar a lo que quiso hacer Manu Chao pero varias veces mejor). Natacha Atlas es una cantante europea de raíz egipcia con una voz que te levanta demasiado la vara para lo que venga después. Este track además tiene una frase en árabe que si bien se bastardeó bastante en tatuajes de cornuda, maneja la potencia necesaria para reconciliarte con todo lo malo porque es un poco inevitable.
Ahora sí…
EL TEXTO
- Deciles que no soy antisemita.
Me quedé mirando a Mohsen sin entender demasiado. ¿Deciles a quién? pensé. Dejé pasar el pedido que me hizo en esa previa a la clase de árabe, que arrancó y terminó con total normalidad sin mayores menciones sobre el tema. Mantuve firme mi rol de alumno brillante que entiende todo de una queriendo participar todo el tiempo. Infumable. Si. Pero en ese momento de mi vida estaba en modo expansivo y además la familiaridad entre el árabe y el hebreo es tan grande que era imposible no destacar.
El viaje desde Palermo a Olivos lo hice probablemente escuchando música en el iPod. En 2008 no había smartphones con twitter, whatsapp o internet en cualquier lado así que tampoco había podido preguntar o googlear quién era Mohsen Alí durante la vuelta a casa en bondi. Mi “yo progre” se empezó a desgajar en el arranque del primer kirchnerismo. De adentro hacia afuera, desde lo local a lo internacional. Hubo una primera etapa, medio lilitoide, donde vivía alienado por el avance nac&pop pero todavía creía en la amistad entre los pueblos, escuchaba mucho Thievery Corporation y M.I.A. y me quedaba un halo anti-capitalista. Con Claudia habíamos arrancado la convivencia un tiempo atrás y ese año quería viajar a Israel con ella y aprovechar para bucear en el Mar Rojo y recorrer Egipto. La convergencia snob de todos esos factores no podía dar como resultado otra cosa muy diferente a un judío porteño progre intentado estudiar árabe en una asociación drusa en Palermo. El detalle era con quién.
Cuando llegué a casa, después de cenar y con mi futura ex-esposa durmiendo, me senté con la compu y googleé “Mohsen Ali”. Lo primero que sentí fue un cagazo importante. Me había metido en la boca de un lobo amaestrado por Satán. No recuerdo bien la secuencia de interconsultas posteriores de esa semana pero sí retengo haber recibido confirmación de que detrás de la facha de abuelito copado como si fuera un farinello musulmán se escondía un agente iraní. No un espía, un tipo con agenda. El tipo era amigote de Luis D´elía, coordinador del desembarco del islam en Fuerte Apache siguiendo la misma estrategia que en la Venezuela chavista y promotor de la teoría del autoatentado en Amia. Un divino.
Así que ahí estaba yo, tensado por el hecho de haber inaugurado una relación super cordial con los drusos y “conectar con el otro”, sin poder digerir del todo la situación de saludar con beso y abrazo a un cheerleader de la destrucción del único lugar en el planeta a donde puedo salir corriendo si la agenda de estos tipos prospera. Una vuelta a comienzos del milenio un madrij de los grupos juveniles a los que iba en Flores estrenó un show de stand-up. Tenía una punchline hermosa que decía que para los judíos el mundo se divide entre nosotros y los que nos quieren destruir.
Las semanas fueron pasando y yo ya podía preguntar en un árabe levantino bastante digno cómo estás, decir que quería ir al baño o que era el mayor en mi familia. Una vuelta Mohsen contó que al café no le ponía azúcar porque era diabético. Me acuerdo haberle comentado ese dato a mi amigo Lucho, que fue bitajón durante años. Meses más tarde cuando el viejo tuvo que ausentarse por problemas de salud fantaseé que mi dato había viajado por las tuberías del Mossad.
Tengo varios recuerdos de situaciones bastante sospechosas en torno a ese grupo de estudios: el día que uno de los pibes contó que lo becaron para viajar una semana a leer el Corán en Qom, el centro religioso más importante de Irán; cuando al terminar una clase se repartieron panfletos con un 60 encerrado en un círculo de prohibido tipo velocidad máxima, para manifestarse en contra de los 60 años de la creación del Estado de Israel; el día que el presidente de la asociación me contó que lo puteaban bastante porque el centro cultural “se le llenaba de espías”…
Para Agosto de 2008 el proyecto Egipto había sido ejecutado exitosamente. Cruzamos la frontera por Eilat hasta Dahab para bucear y de ahí a Sharm El Sheikh para lo mismo pero bajando hasta un buque militar enorme naufragado durante la Segunda Guerra. Luego siguió un tramo larguísimo en combi hasta el cruce por el Golfo de Suez, cambio a un remis con chofer que sólo hablaba árabe hasta el Cairo, donde nos atajó un cristiano copto en un hotel colonial que había sido de los ingleses hasta que los expulsaron y lo prendieron fuego. El viaje incluyó todo el piripipí de las pirámides, museos repletos de momias, paseos por mezquitas preciosas y terminó con un crucero ida y vuelta por el Nilo, vuelo en globo sobre Luxor y visita a 500 templos hasta la frontera del dique de Aswán. Además de resolver situaciones en árabe también pude repetir “Tasharrafna” hasta el cansancio. Decirle “es un honor” a cualquier árabe que te cruzás lo predispone increíblemente mejor para lo que necesites y para el comercio callejero funciona impecable.
Hay un mail viejo de ese año donde le aviso a Mohsen que ya había vuelto del viaje y que quería seguir estudiando árabe. La respuesta fue cariñosa y genuina, esperando mi regreso. Al año siguiente dejé de ir y le perdí el rastro a todo ese universo. Muchos años más tarde, como cuando se te ocurre qué responder en una discusión pero ya no hay otra oportunidad, siento que me quedó el sueño trunco de no haber aprovechado mejor ese momento infiltrado de corazón.
A veces me preguntan por qué en twitter soy Pasante del Mossad. Sin querer explicar el chiste y jugando a mantener el misterio, termino citando una pelea que tuvieron D’elía y Szpolski en 2010 donde el primero dijo que el segundo era un coronel del Mossad, sacando a pasear su antisemitismo nac&pop sin correa. Ese que sospecha que los judíos somos todos parte de un plan para quedarnos con la Patagonia y esas pavadas.
Si para esa visión todos los judíos estamos conspirando, lo menos que podía ser yo es un pasante.
LA RECOMENDACION
Es tanto lo que quiero compartir y tan corta la vida que voy a empezar por lo último que me hizo feliz. Con mi hija terminamos de jugar un videojuego que se llama Creaks, desarrollado por un estudio indie checo y publicado en 2020. Todo lo que hace esta gente es recomendable (sobre todo el Machinarium, que lo terminamos como 3 veces) y se puede comprar a través de la plataforma Steam. Fácil de instalar y de comprar por 2 mangos, no tiene grandes requerimientos de hardware y tenés para una pila de horas de desafíos de ingenio tipo puzzle con un arte gráfico y un sonido que te llena el alma y una historia detrás re tierna, sin una sola palabra, todo gestual. Ideal para jugar con chicos a partir de los 6 añitos.
Y esto ha sido todo por ahora. Seguimos la próxima. Gracias por leer y sobre todo por recomendar.
Recuerden que esto no es por guita.